El oro que cae de los árboles

Por Hildegard Willer, agosto 2019

Bosque Amazonas

Cada año, al terminar las fiestas de Navidad y cuando en Madre de Dios caen las lluvias, Don Manuel Arguedas toma sus botas de jebe, su capota, su machete, algunos alimentos y jabón para 2 meses y le dice adiós a su mujer, a sus siete hijos  y a  innumerables nietos. Pone todo en su bote y navega por horas bajando el Río Madre de Dios hasta entrar en la Reserva Nacional Tambopata. En medio de la selva arma su carpa y espera que la fortuna se le caiga delante de los pies.

Su fortuna son los cocos marrones que caen del árbol y que son como una muñeca rusa. Cuando Don Manuel la parte con su machete, encuentra adentro semillas más pequeñas cubiertas por una cáscara impermeable.

Manuel Arguedas, quien hoy tiene 73 años, desde muy joven viene entrando a la selva para recoger  castaña amazónica. Años atrás lo hacía como obrero de grandes empresas. Hoy maneja su propia concesión dentro de la Reserva  Natural Tambopata.

La región peruana Madre de Dios tiene mala fama porque atrae a buscadores de oro de todo el Perú, que destruyen la selva y contaminan sus ríos con mercurio y aceite pesado. Pero detrás de la fiebre de oro se esconde una pregunta de fondo: ¿Qué opciones hay para los pobladores de la selva para ganar dinero,  sin destruir su ambiente? Porque los pobladores de la Amazonía, igual que los ciudadanos de la Costa y Sierra, también aspiran a una vida digna y a unas comodidades modernas como educación, salud, movilidad y diversión. Y para ello hay que ganar dinero.

Hasta hoy en día una parte de la sociedad peruana considera la selva en primer lugar como una dispensa inagotable de recursos naturales que hay que explotar. Cualquier otra cosa sería un despilfarro de recursos.  Es esta actitud que ha llevado a las distintas olas de explotación: primero el boom del caucho a inicio del siglo XX y después la nueva fiebre del oro del siglo XXI.

Antes de adquirir mala fama por sus sitios destrozados por la minería de oro, Madre de Dios era conocida por la castaña amazónica. Al contrario de la minería de oro y también al contrario de la ganadería tan nociva para la selva, el manejo del árbol de la castaña es la manera más sostenible para sacar ganancia de la selva. Es un regalo de la selva para el cual no hay que forzar la tierra. Los árboles de castaña llegan a tener siglos de vida y cada año, en la época de lluvia, dejan caer cientos de cocos de castaña. Los recolectores sólo tienen que recogerlas y abrirlas.

Arboles de castaña crecen en toda la  Amazonía, pero por alguna razón, solo en las selvas de Brasil, Bolivia y Peru tienen la abundancia que permite manejo comercial exitoso. De 30 000 – 40 000 Soles por año, sería su ganancia de la cosecha anual, dice Manuel Arguedas. No es una fortuna, pero un monto con el cual se puede vivir decentemente en Madre de Dios.Para que la castaña amazónica llegue al mercado, tienen que pasar por un largo proceso. Manuel Arguedas es uno de los 33 socios de la “Asociación de Castañeros de la Reserva de Tambopata Los Pioneros” (ASCART), que tiene una planta de procesamiento en Puerto Maldonado.

Cuando uno entra al terreno de la asociación, se escucha un clack – clack omnipresente .El ruido proviene de la sala donde unas 30 mujeres abren con un cascanueces mecánico baldes con semillas de castaña. Luego de un largo proceso de secado y selección, la castaña amazónica entera, pelada y sellada está lista para la exportación o el consumo local. ASCART tiene certificación ecológica y exporta sobre todo a Italia. Pero el comprador más grande para la castaña peruana es, desde hace unos años, Corea del Sur, donde se promociona la castaña amazónica por su gran contenido de selenio fácilmente digerible.

Recolector de Castaña Amazónica
Sofía Rubio

Como consecuencia de la campaña internacional de los superalimentos, también crece la demanda internacional por la castaña. “Si solo recogemos las castañas de árboles silvestres, no podemos cubrir la demanda”, dice Ronal Corvera del Instituto de Investigaciones de la Amazonia Peruana (IIAP). Por esto están ensayando con el cultivo de árboles de castaña en plantaciones. “Lo hacemos en un sistema de agroforestería sostenible, de manera que las castañas conviven con otros árboles y arbustos”. En el Brasil y en la vecina Bolivia ya existen plantaciones de árboles de castaña y aportan gran parte de la castaña exportable.

Porque los hijos de Don Manuel Arguedas ya no le acompañan en su tour a la selva para recoger la castaña. El campamento de varios meses lejos de sus familias y de la ciudad no es atractivo. Por esto, muchos castañeros de Madre de Dios ya son de edad avanzada.

La buena noticia es que en contra de la corriente se está formando una nueva generación de castañeros que se mueven entra la ciudad y la selva, y que pertenecen al movimiento ambiental y de Slow Food. Una de ellas es Sofia Rubio, que sigue trabajando la concesión castañera de su madre, y procesa la castaña de manera novedosa, como en un snack de hojuelas condimentadas. Vende sus productos en las tiendas ecológicas de Lima y los mejores restaurantes del Perú. También ve con ojos escépticos los ensayos del IIAP de cultivar la castaña en plantaciones. «Antes de invertir en plantaciones, que inviertan en la conservación del bosque que hay», dice Sofía Rubio.  Cada marzo invita a interesados a acompañarla en su estancia en la selva, para experimentar, igual que Don Manuel Arguedas, como la comida cae de los árboles.

Hildegard Willer

Periodistas alemana radicada en Perú  y docente universitaria.

Correo: hilwiller@gmail.com